SOBRE LA LECTURA Y LA ESCRITURA

 

Tenía el convencimiento de que en nuestro país se lee poco. Conozco a pocas personas a las que realmente les guste leer. Según datos publicados por el CIS, el 35% de los españoles no lee nunca o casi nunca. La Federación de Editores de España afirma, según un estudio, que el 39% no leyó ningún libro en el año 2015. El número de librerías se redujo en 700 durante el año 2013. En una década se ha cerrado en España el 25 % de los puntos de venta de prensa en España. Aunque los datos, a primera vista, parecen alarmantes la realidad es otra. Cada día se editan más libros y el número de lectores frecuentes en los últimos 15 años ha sufrido un incremento de 11,2 puntos. A pesar de esta subida, los datos me siguen pareciendo pobres. Se lee menos de lo que se debiera, si verdaderamente queremos ser considerados un país con madurez cultural.

 

Las causas por las que se lee tan poco, según el CIS, son variadas: Falta de tiempo (el 23%), problemas de salud o mala visión (13%), prefieren otro tipo de entretenimiento (58%), otras causas (6%).

 

Casi el 80% de los encuestados se inclina por el formato en papel frente al digital.

 

Por géneros destaca la novela, en sus diferentes formas: general, histórica, aventuras, policiaca, sentimental y fantástica con un 44,4 %. Le siguen, en orden de preferencia, las obras de divulgación e información (7,4%), biografías (3,5%), ensayo (2,7%), cuentos y relatos cortos (2,4%), autoayuda (1,9%), poesía (1,7%), cocina (1,4%), viajes (0,9%), teatro (0,6%), tebeos y cómic (0,6%), otras (3,4%), no sabe o no contesta (0,9%).

 

Entre los lectores habituales el porcentaje es variable, según los libros leídos al cabo del año. El 42,1% leyó de dos a cuatro libros, el 7,5% leyó un solo libro, el 21,7% leyó entre cinco y ocho, el 9,5% entre nueve y doce. Sólo el 14,10 % de los lectores habituales leyó más de quince libros durante el pasado año.

 

Otros estudios ponen de manifiesto que el 80% de los alumnos que sufren el fracaso escolar es porque leen mal. Cuando la lectura se convierte en un suplicio, cuando no existe una suficiente motivación o se ha carecido de una deficiente educación lectora, lo normal es que surja el aburrimiento y el consiguiente abandono.

 

En los actuales planes de estudios, en todos los niveles, existen planes de fomento a la lectura. Soy consciente del esfuerzo y el trabajo que, en los centros de enseñanza realizan maestros y profesores, quizá sin demasiada coordinación, pero con auténtica determinación y vocación. En los alumnos actuales la carga lectiva y las excesivas tareas quizá resten el tiempo necesario para la lectura. El reto está en conseguir que ésta se convierta en algo atractivo, lúdico y formativo, no como una imposición obligatoria y fuera de contexto.

 

Conseguir de la lectura una fuente de diversión sería uno de los objetivos prioritarios. Son muchas las personas que ignoran lo que significa divertirse leyendo. Un lector apasionado es capaz de renunciar a un partido de fútbol, a una película o a una cerveza, por poner algunos ejemplos. Por experiencia sé lo que significa deleitarse leyendo. Te sumerges en un mundo fantástico, imaginario, lúdico y cultural que te permite prescindir de otros divertimentos secundarios para ti.

 

Lo he experimentado y vivido en mi vida profesional, tanto en sentido positivo como negativo. Los alumnos aficionados a la lectura disfrutan de una serie de ventajas que el estudio por sí sólo no proporciona. Mejor capacidad de expresión, oral y escrita, excelente sintaxis y ortografía, mayor madurez intelectual, superior estabilidad emocional, destacado grado de cultura y visión más amplia del mundo que le rodea, así como especiales dotes imaginativas y creadoras, sentido crítico y capacidad de argumentación. Para los que no tienen alcanzada la suficiente madurez lectora, el estudio se convierte en un suplicio difícil de sobrellevar. Difícilmente podrán realizar tareas que requieran indagación, investigación, síntesis, análisis, …

 

En la enseñanza la herramienta fundamental es la lectura. No se concibe una adecuada educación si no se fomenta la lectura, no solamente en la escuela, sino en casa. Se regalan muchos juguetes, pero pocos libros.

 

Uno de los consejos que solía dar a mis alumnos, siendo profesor de ciencias, era: “Leed. Lo que sea de vuestro agrado, pero leed. Disfrutad leyendo. Divertíos con la lectura. A lo largo del día hay tiempo para todo”. Buscar unos minutos diarios para la lectura y fomentarla debe ser una de las mayores preocupaciones de los padres. Ahí radica la raíz del problema. Entre las horas lectivas, las actividades extraescolares, las deportivas y el estudio diario, apenas queda tiempo para la lectura. Es necesario racionalizar y compaginar las diferentes tareas, entre las que ésta debería ocupar un lugar preferente. Dedicar unos minutos a comentar con los padres lo que se ha leído, qué ha gustado más y por qué, es un diálogo necesario y casi obligatorio. ¿Cómo conseguir que un niño se enfrente al estudio de las diversas materias si aborrece la lectura? Hay que dotarlos de esta herramienta esencial, primaria, fundamental. Es necesario comenzar cuanto antes, con tacto, mesura, motivación, conocimiento y gusto. La colaboración escuela – familia es primordial para conseguir este objetivo.

 

La lectura tiene varios enemigos mortales de necesidad. El primero es la televisión. Sentarse frente al televisor es más cómodo. Supone mucho menor esfuerzo que sostener un libro entre las manos. La imagen y el sonido se unen para que el trabajo mental se reduzca al mínimo. Leer supone imaginar, interpretar, pensar, recordar, … La televisión implica pasividad, la lectura actividad intelectual. La información que da la televisión es unidireccional. El televidente se convierte en un mero receptor de todo lo que llega. Los programas, a veces dejan mucho que desear por lo inocuos y zafios que son. Quien posee un libro entre sus manos y se entrega a su lectura recibe, pero a su vez interpreta, imagina, analiza, verifica, recuerda, relaciona…

 

En numerosas ocasiones, y con tal de que los niños no molesten e interrumpan, los padres les permiten que pasen horas ante el televisor, lo que constituye un error. De antemano les están condenando al fracaso. La tendencia de los niños es a imitar todo lo que ven. Carecen de la capacidad de discernir entre lo que está bien y lo que no. Son incapaces de distinguir la realidad de la ficción y, por desgracia, hasta la llamada programación infantil deja mucho que desear. Hay que cuidar qué contenidos televisivos ven, cómo  y durante cuánto tiempo. Hay que vigilar las posturas que adoptan cuando se sientan frente al televisor, pueden ocasionar problemas y malformaciones corporales.

 

A mayor edad, otro gran peligro lo constituyen las videoconsolas, ordenadores, móviles y redes sociales. Estas últimas son un peligro no ya de la lectura, sino también de la escritura. En los chats, tuits y emails se escribe poco y mal. Hay que enseñarles y exigirles que, siempre, sea en el medio que sea, hay que escribir correctamente.

 

Mis compañeros de promoción solemos, en general, escribir bien, de forma correcta. La razón es sencilla. Estudiamos internos en un centro educativo lejos de la familia y los amigos. En aquella época, hablo de los años setenta del siglo pasado, las conferencias eran caras y en pocos hogares había teléfono. Utilizarlo era un lujo que no estaba al alcance de todos. No nos quedaba más opción que escribir cartas. Escribíamos varias a la semana: a los padres, familiares, amigos y, posteriormente, a la novia. En mi caso, la carta fue el único medio de comunicación con el exterior, tanto cuando estaba fuera de casa como dentro de ella. El intercambio epistolar constituyó la única forma de contactar con mi gente durante bastantes años, tanto en el internado, como en la mili, incluso en la universidad y en el trabajo. Épocas hubo en que, casi a diario, escribía largas cartas, hasta que se generalizó el uso del teléfono y, más tarde, el del ordenador y los móviles. Tengo amistades que perduraron años, y aún perduran gracias al correo. Antes, en general, se escribía más que ahora, en todos los aspectos. Los avances tecnológicos van arrinconando a la escritura cotidiana. Para mí constituyó un buen entrenamiento a nivel sintáctico y ortográfico. Procuraba redactar de forma sencilla y eficaz, hacerme entender por todos los destinatarios de mis misivas. Hoy el correo tradicional está en vías de desaparición. ¿Quién se comunica hoy en día por carta? Los correos electrónicos suelen ser escuetos. En Messenger, Facebook y demás redes sociales se usa la escritura, pero, salvo excepciones, son mensajes cortos, limitados, impersonales y de variada trascendencia. Hay que tener mucho cuidado con lo que se escribe en estos medios. Los mensajes pueden ser leídos por muchas personas y nunca sabemos el uso que pueden hacer de lo escrito ahí. Las gentes de cierta edad suelen escribir como saben, como aprendieron. Lo que no alcanzo a comprender es la forma de expresarse de ciertos jóvenes, incluso universitarios, a los que se les supone un mayor grado de formación académica y cultural. Para ellos no caben excusas. ¿O acaso hemos fracasado los educadores? Hay que esforzarse por escribir de forma correcta siempre, y en todos los ámbitos. Entrando en las redes sociales y leyendo lo que allí se escribe y, sobre todo, cómo se hace podemos palpar el nivel lecto escritor y cultural de nuestra sociedad. Hay mucho que mejorar. Nunca es tarde.

 

 

 

Juan Evangelista Molero Hita

 

 5 de Junio 2017

 

Escribir comentario

Comentarios: 2
  • #1

    Manuel Peiteado (martes, 06 junio 2017 13:35)

    Estimado amigo, Juan Evagenlists.
    Hasta ayer tenia un nombre con el que comulgaba, es, casualidades de la vida, paisano mío y ahora tuyo, me refiero al señor Calatayud, pues bien después de leer tu estupendo manifiesto a favor de la lectura te proclamo verdadero adalid en pro de una mejor sociedad.
    Gracias.

  • #2

    oferty dziewczyn (viernes, 08 septiembre 2017 19:04)

    schistosomatoza