ENTRE LUCES Y SOMBRAS. A MODO DE DESPEDIDA.
De todo hubo en mi vida:
Días de vino y rosas,
de desbocadas ilusiones.
Noches de insomnio incontrolado.
Borrascas, tormentas y tempestades.
Días de apacible calma,
de fulgor incontenido.
Miedo, inseguridad, desasosiego…
Juntos han templado,
a sangre y fuego, mi
tosca personalidad,
en principio acomplejada.
Días de intenso trabajo,
de incomprendida dedicación
y sobrehumano esfuerzo.
Afán de superación,
temor al fracaso y
a no dar de mí
lo que otros esperaban.
Mi mayor logro:
Superar barreras que
insalvables creía.
Razón de mi orgullo
diáfano y sereno.
Puedo afirmar ahora
que el esfuerzo no fue vano.
Quise sembrar paz
donde existían discordias.
He vivido vergüenzas,
más ajenas que propias,
por defender principios
que inefables creía.
He sufrido en mis carnes
el desprecio ajeno,
la envidia y el rencor
de quien no supo entender
la razón de mi existencia y
de mi desinteresada entrega.
De iluso me han tratado,
de insípido, conformista
y de poca iniciativa,
sin profundizar en los motivos
de tan aparente conducta.
Desprecio, sorna y desdén he padecido
por mantener la fe y confianza
en unos principios, para unos, trasnochados,
retrógrados y rancios.
Orgulloso me siento de mi fe,
cristiana por más señas,
de mi militancia y convicciones,
para otros fachas,
porque hablan de unidad, trabajo,
respeto y pacífica tolerancia.
He sufrido el desengaño.
Personas de confianza,
que han traicionado sus principios
en pos del poder, la grandeza y la gloria.
Pobre nací. Pobre he vivido. Pobre moriré
con la honradez por mortaja
y la familia por fortaleza.
Me enseñaron que el trabajo,
el esfuerzo y la entrega
sirven para alcanzar
las más altas metas.
Si de algo me arrepiento,
en esta hora postrera,
es no haber hecho todo el bien
que las circunstancias demandaban.
Fidelidad mal entendida,
devoción descaminada,
hacia personas e instituciones
que sembraron en mi ser
el más cruel desengaño.
Protagonismo, avaricia, afán de poder,
manipulación y soberbia,
mentiras, promesas incumplidas
y otros desatinos,
más que resquemor y odio,
lástima me han producido.
Nada anhelo ya,
sino vivir con complacencia
en compañía de quien amo.
Esposa, hijos, nietos, amigos y demás familia.
No temo a la soledad, sólo al olvido.
Miro atrás sin resquemor.
Contemplo un futuro de esperanza
y de serena y feliz senectud,
pero siempre despreciaré
a los que siembran discordia,
a los vendedores de humo,
que quieren romper en días
lo que durante décadas hemos forjado
a base de sudor, esfuerzo,
perdón, tolerancia y entendimiento.
Deseo vivir en paz
los días que me quedan.
Cuando llegue el postrer día
de mi partida sin retorno,
no me digáis adiós,
no lloréis mi ausencia.
Simplemente, recordad
que se marchó un hombre
cuya meta fue alcanzar
lo inalcanzable.
Utópico y soñador,
idealista y contradictorio,
que libremente eligió su camino.
Jugó, perdió, ganó…
Vivió intensamente.
Mereció la pena.
Juan Evangelista Molero Hita
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