A PROPÓSITO DE SAN VALENTÍN

A PROPÓSITO DE SAN VALENTÍN

 

Una idea muy extendida en nuestra sociedad es que la festividad de San Valentín tiene unos orígenes exclusivamente comerciales y económicos. En 1840 Esther A. Howland comenzó a vender las primeras felicitaciones para el día de los enamorados. Con el paso de los años se han ido añadiendo a estas primitivas felicitaciones regalos como bombones, rosas, cenas, … hasta conseguir el auge de que gozan en la actualidad.

Nada más alejado de la realidad. Esta tradición hunde sus raíces en el mito griego de Eros, hijo de Afrodita que en la mitología romana se transformó en Cupido, hijo de Venus y dios del amor. En la antigua Roma se relacionaba a Cupido con el mundo del amor, las relaciones pasionales y carnales.

El 15 de febrero los romanos celebraban la Lupercalia, en honor del dios Lupercus, guardián de los rebaños y dios de la fertilidad, que durante todo ese mes permitía una libertad sexual en la que los jóvenes romanos se encomendaban a Cupido, el dios del amor apasionado, dedicada exclusivamente a los placeres de la vida y de la carne. Cupido acabó identificándose con la Lupercalia.

En el año 325 d.C. la Iglesia Católica celebró el primer Concilio Ecuménico. Uno de los temas que se abordaron fue la cristianización de las fiestas paganas que todavía perduraban en la Roma Imperial. Para ocultar el significado de estas celebraciones la Iglesia Católica las sustituyó con la celebración de San Valentín. Se pretendía cambiar una festividad pagana por otra de carácter cristiano, donde el amor pasional y carnal fuese reemplazado por el amor de los enamorados, que involucra la unión de dos almas, que se necesitan mutuamente y se complementan.

En el siglo anterior el emperador Claudio II prohibió los enlaces matrimoniales en toda Roma, al considerar que éstos mermaban la capacidad guerrera y la acometividad de sus soldados, perjudicial para el ejército. Los guerreros serían más fieros y agresivos en los combates si permanecían solteros. Valentín era un sacerdote que desoyó esta orden y llevó a cabo numerosos enlaces matrimoniales, pese a la prohibición imperial. Se hizo famoso en toda Roma y el emperador acabó encarcelándolo y ordenando su ejecución el 14 de febrero del año 270 d. C. Por iniciativa de la Iglesia Católica la Lupercalia se transformó en San Valentín, con unos valores más acordes con el cristianismo. El amor se concibe como una entrega desinteresada y recíproca, a imagen del amor de Dios, que tiene su expresión más humana en el amor de Cristo.

Cuando la relación de pareja es firme, se asienta en la entrega mutua y sus miembros están realmente enamorados no deja de ser anecdótico, es un día más. No hay que llegar al 14 de febrero para hacerle ver a tu pareja que la amas, ni que se sienta especial. Cultivar el amor es una tarea cotidiana, que se nutre con las pequeñas cosas, con el detalle diario. Debería ser habitual y no dejarlo para una vez al año. Sin embargo, dedicar un día para dar un realce exclusivo a ese sentimiento tan profundo, vivirlo de forma diferente y brindar una atención peculiar a tu pareja es altamente positivo. San Valentín nos ofrece la oportunidad de enmendar algunos yerros y, al menos, hacer propósitos de mejora en las relaciones de pareja, tan deterioradas por la rutina.

¡Feliz día de los enamorados!

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